Plan Ecuador: la guerra contra el pueblo

usateusa
Martes 3 de Enero de 2023

El 2023 inicia con la mayor ofensiva antipopular de la historia de la democracia burguesa en el Ecuador. El Plan Ecuador provocará un declive social y humanitario sin precedentes, imponiendo de una vez por todas, la guerra total en contra del pueblo, en nombre del capital, el libre mercado y la dictadura de la burguesía. Ante una estrategia carente de atención a problemáticas sociales, políticas y económicas por parte del oficialismo, este presenta la única propuesta de la que dispone para sostenerse en el poder: desatar la violencia con un Estado policial y la militarización de la sociedad.

En el capitalismo, la guerra representa el negocio más rentable que existe, y el complejo industrial militar es prueba de ello. Con el dinero invertido en gasto militar a nivel mundial, se podría solucionar 32 veces el hambre en el mundo. En términos históricos, la burguesía provoca, inicia y desencadena guerras entre países, regionales, globales e internas, invocando alianzas bélicas como la OTAN, en las que casi siempre se encuentran inmiscuidos los EE.UU. Las guerras internas, como la que está tratando de provocar la burguesía aglutinada en torno al presidente Lasso o las guerras de exterminio en México y Colombia, están intrínsecamente entrelazadas con las aspiraciones de control del mercado por parte de la clase burguesa.

En tiempos de crisis recurrentes y cíclicas, mismas que son sistémicas, el capitalismo recurre a las guerras para redireccionar un crecimiento estancado y volatilizar nuevamente ciclos económicos en depresión. En este sentido, la guerra entre países, sobre todo en y entre territorios de la periferia capitalista, se vuelve cada vez más improbable, ya que los costos son muy altos y los recursos precarios. Las grandes guerras externas siempre son lideradas por las naciones imperialistas, como en Ucrania, Afganistán, Irak y Siria.

Sin embargo, las burguesías periféricas también necesitan recurrir a momentos de extrema violencia bélica para asegurar su predominio. Las periferias, relegadas eternamente a servir como exportadoras de materia y recursos primarios, necesitan asegurar la explotación y apropiación por parte del parasitismo burgués, además de una necesidad fundamental de mantener la subyugación popular. En este contexto, las burguesías locales nacionalizan la guerra, no en contra de un enemigo externo, sino en contra del propio pueblo, una guerra de exterminio en contra del enemigo interno.

El enemigo interno es la estrategia que posiciona el discurso de la existencia de una “amenaza inminente” que pone en peligro la continuación del contrato social: el capitalismo y la democracia burguesa. Apelar al enemigo interno como excusa para la militarización de la sociedad, es en realidad el atentado principal en contra de la salud democrática de un país. Históricamente esta estrategia se ha puesto en marcha, como mecanismo coercitivo en momentos de crisis agravadas, en las que la precarización de la vida genera descontento popular y altos grados de criminalidad, para subyugar de forma extremadamente violenta a los pueblos. Con la excusa del enemigo interno, los Estados logran la justificación y legitimidad necesaria para imponer políticas que muchas veces generan violaciones sistemáticas a los Derechos Humanos, además de atentar directamente contra la vida de las personas más empobrecidas y los derechos a libre organización popular.

Al mismo tiempo, la tan afamada inversión extranjera, se contrajo en 2022, representando un monto menor a USD 1.000 millones. Una importación del modelo de guerra interna como política de Estado, atrae inversión de capitales extranjeros, al mismo tiempo de aplastar con extrema violencia las olas de rechazo popular al neoliberalismo capitalista. Con el Plan Ecuador, la burguesía local compromete al imperialismo yanqui para la inversión en material bélico por más de USD 5.000 millones. La experticia logística, táctica y tecnológica, será suministrada por el sionismo israelí, mismo que tras siete décadas de apartheid al pueblo palestino, ha perfeccionado los mecanismos de exterminio, tortura, ejecuciones sistemáticas y mutilación de derechos.

El 2022 fue un año especial para la burguesía ultraconservadora, la cual ha dado pasos agigantados en su empresa por someterse lo mejor y más profundamente al imperialismo yanqui, en sus vertientes financiera y militarista. Las relaciones entre el Departamento de Estado de los Estados Unidos, y el ejecutivo del Ecuador se han estrechado con creces en el último año. El servilismo de Lasso ha mostrado recompensas: la visita especial de Laura Richardson, Comandante del Comando Sur, una oficina de la DEA en Guayaquil, agentes de la HSI trabajando directamente en casos en la Fiscalía General del Estado, todo el poder blando impuesto por la USAID y sus 42 millones invertidos en el país en 2021, la constante aprobación de créditos financieros -con sus estrictas condicionalidades-, y la aprobación de la Ley de Asociación EE.UU-Ecuador, son algunos ejemplos de las estrechas y gozosas relaciones del gobierno de la banca con imperialismo yanqui.

La DEA, la CIA y demás servicios de inteligencia estadounidenses se encuentran ampliamente afincados en instituciones ecuatorianas, vulnerando la soberanía del país. La avanzada de estas agencias a territorio nacional, augura una profundización de la violencia criminal: es importante recordar la corrupción estructural de estas agencias de inteligencia, las cuales sostienen alianzas con las organizaciones criminales que lucran del tráfico de droga, personas, órganos y armas. Como en su momento con el Plan Colombia, resulta ser una cuestión de tiempo hasta que la violencia se extreme hasta perpetuar el naciente Narcoestado, como sucedió en México y Colombia. Los niveles de criminalidad han aumentado tanto, que las infancias juegan al sicariato, los pequeños emprendimientos locales cierran antes del atardecer y el miedo se ha generalizado entre la población. La maquinaria de muerte impuesta por el capitalismo, y su política de exterminio se agrava progresivamente, conforme el Estado neoliberal profundiza la doctrina del shock.

Solo en 2022 se contabilizaron más de 4.500 muertes violentas, 273 feminicidios –uno cada 28 horas-, más de 400 ejecuciones dentro de recintos carcelarios, y un aumento significativo en la tasa de suicidio, convirtiéndose el 2022, en el año más sangriento en la historia reciente del Ecuador. Estas cifras son sin duda, responsabilidad directa de la administración Lasso. El aumento de la criminalidad en el país se adjudica a las políticas de Estado impuestas por el gobierno de la banca, las cuales han colocado todo el peso de la crisis sobre los hombros del pueblo y la clase trabajadora, la desfinanciación de lo común para su subsecuente privatización, y una política pública que incide insistentemente en una esquizofrenia que nunca reconoce la realidad nacional extremadamente precaria. Ante el desempleo, la ola migratoria y la precarización, al oficialismo burgués no le queda más que ofrecer una guerra total, que contempla la criminalización y la persecución de la pobreza y la protesta, como premisas. La violencia y únicamente la violencia sostienen el capitalismo.

Lejos de cumplir sus supuestos objetivos oficiales, como fomentar la democracia, los Derechos Humanos y la estabilidad institucional; las guerras de la burguesía se enfocan -en su totalidad- en un único propósito: cimentar y sostener el orden capitalista en el cual la burguesía es clase dominante. En el caso del imperialismo yanqui, sus dos grandes guerras con carácter global en las últimas décadas -la guerra contra las drogas y la guerra contra el terrorismo- representan conflictos autoinducidos, encaminados a provocar exactamente lo contrario a lo que profesan. La guerra contra las drogas se impone para garantizar las rutas de suministro de estupefacientes a los Nortes, mientras la guerra contra el terrorismo crea un “enemigo interno” global, servil a los intereses imperialistas, que devasta regiones completas.

El Plan Ecuador -el cual ha sido renombrado cínicamente como Estrategia para la Seguridad y la Paz-, representa un nuevo paso para la consolidación del Ecuador como el aliado estratégico más importante del imperialismo yanqui en la región. Este mecanismo militarista lograría la consolidación del Narcosestado, facilitando tanto la acumulación capitalista lícita como ilícita, y el violento sometimiento del pueblo y la clase trabajadora. Frente a la maquinaria de muerte impuesta por el sistema, organización popular anticapitalista.

 

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