Orgullo y Diversidad: Por los Derechos Humanos

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Lunes 1 de Julio de 2019

El 28 de Junio es una fecha de lucha de reivindicación histórica. Este 2019 se conmemoran cinco décadas de las movilizaciones y disturbios de Stonewall, Nueva York de 1969, las cuales darían paso a la desobediencia civil y la lucha por los derechos de las disidencias sexo-afectivas en las calles de E.E.U.U. y gran parte del mundo occidental.

Las marchas por el Orgullo LGBTIQ+ o TIQLGB+ se celebraron en la mayoría ciudades del país. Estuvieron enmarcadas en un contexto coyuntural amplio, que sitúa el debate por los derechos igualitarios en primera línea. El fallo de la Corte Constitucional (CC) del pasado 12 de junio, reconoce el derecho al matrimonio igualitario, atacando una decisión previa de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). Este pronunciamiento por parte de la CC desató una ola de críticas por parte de grupos conservadores, agrupados alrededor de la Iglesia Católica y las nuevas iglesias evangelistas: esta última representa la comunidad de credo con mayor crecimiento tanto en el Ecuador como en el resto de América Latina. Las victorias electorales de Jair Messias Bolsonaro en Brasil, Nayib Bukele en El Salvador o incluso Andrés Manuel López Obrador en México incluyeron el apoyo de estos nuevos grupos religiosos y económicos de poder.

Dentro de este proceso ultraconservador, se enmarcan también las marchas en contra del matrimonio civil igualitario que se dieron lugar en Quito y Guayaquil, incluyendo a Machala, Riobamba, Tulcán y Cuenca, simultáneamente a la marcha por el Día Internacional del Orgullo LGBTIQ+. [1] En sus tradicionales vestimentas blancas, los manifestantes de la autodenominada “Gran Marcha Nacional por la Familia” se aglutinaban alrededor de consignas como: “Sí a la familia, no a la ideología”. Grupos que pretenden defender la familia desde su punto de vista conservador, como la unión entre “un hombre y una mujer”, aplican la moral que supone fundarse en la fe cristiana para menoscabar y atropellar a personas que ellos marginalizan, deslegitiman y persiguen.

Movimientos fundamentalistas como Con Mis Hijos No Te Metas, pretenden victimizarse discursivamente, atacando la existencia de las disidencias sexo-afectivas a las que enfrentan. En este sentido, el discurso anti derechos se establece como un argumento central del patriarcado, apoyado por una convicción fundamentalista en categorizar la diferencia como algo enfermo, depravado y hasta diabólico. De tal manera, durante siglos se ha llevado a cabo una persecución en contra de las disidencias sexo-afectivas que desde un punto de vista jurídico hasta el día de ayer (en el Ecuador hasta el 24 de noviembre de 1997) se catalogaban como un delito o en algunos países hasta como una enfermedad mental.

 Si algo ha logrado la lógica discursiva neoliberal, es el pretender deslegitimar a movimientos y luchas con acusaciones de índole ideológica. Este argumento se sitúa en el contexto histórico del supuesto “final de la historia” proclamado por Fukuyama en los 90s con el colapso de la Unión Soviética, el cual predica el fin de toda ideología, en conjunto con el nacimiento de la tercera vía socialdemócrata que tanto ha debilitado a las democracias occidentales, incluyendo su pasividad frente al resurgimiento del fascismo.

Los discursos liberales llegan hasta tal punto de implantar estrategias de deslegitimación a los movimientos y organizaciones sociales, que incluyen una supuesta “destrucción de una diversidad originaria”, a la que incurriría la sociedad al aceptar las disidencias sexo-afectivas frente a la diversidad de los pueblos indígenas. Detrás de este artilugio discursivo se esconde la misma pretensión de dominación que pretenden imponer las clases económicas dominantes, perpetuando su esquema de divide y reinarás.

En definitiva, la discusión alrededor de la temática del matrimonio civil igualitario se resume en las siguientes características: un grupo de personas que luchan por tener el mismo derecho humano a la unión civil, y otro grupo de personas que busca impedir este derecho. Sin duda, ningún derecho humano está a consulta, como si pudiésemos negar o permitir colectivamente el reconocimiento de un derecho universal.

Los grupos que pretenden negar el derecho al matrimonio civil igualitario, al final del día, son los mismos grupos que pretenden perpetuar la penalización del aborto, mientras legitiman con su silencio los abusos de la iglesia. El revictimizar a una persona que ha sido víctima de violación y abuso sexual no resulta ser mera coincidencia, al menos 68% de los abusos sexuales ocurren dentro de la familia nuclear tradicional. Detrás del discurso ultra conservador de la familia tradicional se ocultan varias atrocidades sociales, como obligar a miles de  niñas abusadas, a ser madres, a callar abusos, golpes y violaciones, defender a pederastas confesos. Parecería obvio que es contra el patriarcado y sus vicios contra quien hay que declararle la guerra y no a las la disidencias que plantean un horizonte de vidas más amplias, más inclusivas, más diversas, más justas.

Una verdadera separación de Estado e Iglesia, jamás se concretó del todo, ni aquí, ni en ningún otro país del mundo. Mientras la ética cristiana dicte nuestra manera de observar, valorar y juzgar las situaciones materiales, será imposible construir nuevas formas de vida y afectos libres de patriarcado, capitalismo y sumisión de todo tipo. Sin embargo, dentro de este contexto cabe recordar una verdad histórica: los derechos no se consiguen debatiendo ni votando: los derechos se consiguen luchando.

 

Referencias:

[1] Ecuavisa: Grupos provida marchan contra el matrimonio civil igualitario, https://www.ecuavisa.com/articulo/noticias/nacional/504151-grupos-provida-marchan-contra-matrimonio-civil-igualitario, 29.06.2019

 

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