Elecciones 2021: el neoliberalismo contra el pueblo

hj
Lunes 22 de Marzo de 2021

En el marco de la campaña electoral por la segunda vuelta, este domingo se desarrollaba el debate presidencial entre Guillermo Lasso y Andrés Arauz. El debate giró en torno a la participación de Lasso en el feriado bancario y el cogobierno con Moreno, mientras Arauz era confrontado acerca de los supuestos “catorce años de correísmo”. El intento de desvincularse de la gestión de Moreno, fue evidente desde ambas partes. Al posicionar ambos proyectos políticos conforme su aporte a la desinstitucionalización del Estado, bajo el neoliberalismo o la corrupción “de la mesa servida”, se evade un aspecto central en torno al proceso electoral: el continuismo de cuatro años más de neoliberalismo, o la vuelta a un Estado del bienestar.

Lasso aparenta una unificación en su proyecto político bajo los estandartes clásicos del nacionalismo, en conjunto con el elemento ideológico del discurso neoliberal por excelencia: “quien trabaja lo suficiente, gozará de opulencia material, ya que un libre mercado absoluto produce las supuestas condiciones de oportunidad emprendedora neoliberal”. En este sentido, Lasso declara indirectamente que la suerte que corra un individuo en términos materiales, depende enteramente de su propia voluntad, desconociento totalmente la responsabilidad del Estado sobre la vida de la gente. En otras palabras: “el pobre es pobre porque quiere”.  Lasso promociona la liberalización económica y pretende perpetuar al Ecuador como economía primario exportadora: “más banano en el mundo, es más empleo para el Ecuador”. Seguro que Lasso imagina al territorio ecuatoriano convertido en una sola finca bananera y florícola, como si aquello presupondría una vida digna para el pueblo, con un salario de “unos 120 dólares al mes”. Uno de los grupos económicos que se benefició tanto del feriado bancario como de la pandemia del Covid-19, se proyecta como posible administrador del Estado burgués, ante un evidente intento de concluir con la destrucción del mismo, esta vez desde sus propias entrañas.

En términos políticos, una posible presidencia de Guillermo Lasso representa la continuidad del ataque frontal y directo de la oligarquía banquera y primario exportadora en contra del pueblo. Lasso tiene razón cuando declara que el 11 de abril está en juego el futuro del Ecuador, al presuponer un eventual triunfo definitivo en el plano institucional burgués de un proyecto antipopular por excelencia. Cuatro años más de neoliberalismo bien podrían concluir con el proyecto de hundimiento definitivo del Estado en una infuncionalidad absoluta y estructural. Los cimientos de este proyecto de destrucción del Estado desde adentro fueron sentados tanto en la década de los 90s, con el feriado bancario y los cuatro años de gobierno neoliberal de Lenín Moreno.

La discusión en torno a las elecciones, inevitablemente tiene que elevarse a las necesidades de la realidad del pueblo. La discusión definitivamente debe encajarse en los marcos del antineoliberalismo. Los últimos 4 años de gobierno neoliberal han destrozado la institucionalidad que redistribuía acceso a derechos para el pueblo, con una política entreguista y lacaya a los intereses políticos y económicos de los Estados Unidos y sus agencias crediticias multilaterales: FMI, BM y BID. La política neoliberal ha sumido al Ecuador en una crisis, que se compara solamente con el escenario previo al feriado bancario de 1999, que le costó al pueblo ecuatoriano vidas: trabajo de años de gente pobre, robado cruel y desvergonzadamente por los banqueros del país, vidas destrozadas y millones de migrantes precarizadxs, que sostuvieron desde lejos, la economía de todo el país.

El país está afrontando la crisis multidimensional más desgarradora del siglo, con niveles de pobreza similares a los del 2007, una deserción escolar nunca antes vista, acompañada de recortes presupuestarios en educación superior, mínimo acceso a salud, regresión en derechos laborales y una paulatina precarización de la vida. La propuesta de CREO ya se ejecutó durante estos 4 años de gobierno: los vínculos y cercanía de Lenín Moreno con Guillermo Lasso son innegables. El plan de gobierno del candidato de la banca y la oligarquía local, es la continuación de la fuerza brutal del libre mercado por sobre la vida, que ya se ha evidenciado sobre todos nuestros cuerpos: reducción de salarios, menor acceso a educación, represión y control autoritario del espacio público, acceso precario a salud, desempleo, mayor violencia patriarcal, masacres en las cárceles, abandono a la infancia y la vejez. Profundizándose también los privilegios de la oligarquía y sus acólitos: vacunas VIP, condonación de deudas a banqueros e importadores, repartición de hospitales, sobreprecios en contratos públicos, fugas a Miami y fugas masivas de divisas a paraísos fiscales.

El debate del escenario electoral debe centrarse en las condiciones que cada modelo estatal puede proporcionar a la población de un país: para organizarse, para construir un futuro, para resistir al capitalismo salvaje, para vivir con dignidad. Ya hemos vivido en carne propia la arremetida neoliberal, hemos visto partir con dolor a las tantas miles de vidas que el Estado neoliberal se lleva de tantas formas. Es innegable que un Estado de bienestar, proporciona condiciones menos adversas para los pueblos, y que posicionarse desde el antineoliberalismo podría ser la única oportunidad de remontar para miles de familias en el país, y debe ser la consigna popular por excelencia. Sin embargo, las organizaciones y movimientos sociales, no pueden caer una vez más, en el error histórico de concentrar en el Estado, toda acción colectiva. Un Estado de bienestar, solo permite condiciones suficientes para que la lucha en las calles se pueda sostener, para que los repertorios de acción se amplíen.

La realidad es que la propuesta de los progresismos simplemente consiste en fortalecer al Estado, para redistribuir acceso a derechos. El trabajo de construir una sociedad justa, no le concierne al Estado, que siempre velará por los intereses de la clase dominante. La construcción del mundo mejor posible es responsabilidad de la organización popular: destruir los discursos individualistas del neoliberalismo, y reconstruir las maneras cooperativas y comunitarias del sostén de la vida. Construir y demandar desde las calles, los proyectos de sociedad: anticapitalista, antineoliberal, antipatriarcal y antirracista. El 11 de abril el pueblo se juega las posibilidades de vida y organización, y el capital se juega el todo por el todo con su representante más consagrado y fiel: un banquero aupado por las élites importadoras, industriales y bancarias, en contra de todo el pueblo.

 

Categoria