La Asamblea Nacional y su escuela de oportunistas anti-mujeres

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Miércoles 25 de Septiembre de 2019

Un mínimo de dignidad, eso lo que las mujeres y cuerpos gestantes exigimos a la Asamblea Nacional en la votación del 17 de septiembre sobre las reformas al COIP, que implicaban, entre otras cosas, despenalizar el aborto por cinco causales: violación, estupro, incesto, inseminación no consentida y malformaciones del feto que hagan inviable su vida. Un mínimo, que 59 asambleístas con su voto en contra, 6 con sus abstenciones, y 7 con su ausencia, nos negaron. Nos dieron la espalda y con esto firmaron la sentencia de muerte, tortura, y precarización de miles de mujeres sobrevivientes de violencia sexual, quienes, además de no ser reparadas integralmente por un Estado que no las ha podido proteger, serán encarceladas si no quieren llevar a término un embarazo producto de la violencia.

A pesar de que son reducidas las expectativas sobre los avances importantes que puede lograr la Asamblea Nacional, el resultado de la votación del pasado martes, nuevamente marcó la decepción como el único efecto que han sabido entre los movimientos de mujeres del país.  En 2013, también se debatió reformar al COIP para despenalizar el aborto en casos de violación. Varias asambleístas de Alianza País abanderaron la causa con una pasión profunda que nos hizo creer que finalmente Ecuador podría convertirse en un país más justo para las mujeres. Paola Pabón, Rossana Alvarado, Soledad Buendía, María Alejandra Vicuña, Gabriela Rivadeneira, María Augusta Calle, entre otras legisladoras de AP se posicionaron a favor de la despenalización. Pabón presentó una moción a la Asamblea para materializar esa posibilidad. Sin embargo, las amenazas del expresidente Rafael Correa, le pesaron más que los proyectos de vida de las sobrevivientes de la violencia sexual con los que supuestamente se había comprometido. Al retirar su moción, también dejó caer el disfraz progresista que ella y sus falsas coidearias feministas, habían enarbolado.

Es así como, la gran hazaña del correísmo fue que la disposición del COIP sobre aborto (artículo 150) disponga que solo una mujer que padezca una discapacidad mental y quede embarazada como producto de una violación puede practicarlo sin ser criminalizada por ello. Como si una violación fuese menos grave si le ocurriese a mujer sin alguna discapacidad.

Seis años después, luego de una ardua batalla de sensibilización y resistencia de movimientos feministas y colectivos a favor de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, la Asamblea tuvo la oportunidad de reivindicarse con los proyectos de vida de las niñas y madres violadas forzadas a la maternidad, sin embargo, volvió a traicionarlas y dejó al Código Penal, donde lo habían escrito García Moreno y Rafael Correa.

Aunque desde varios sectores argumentan que está por demás decepcionarnos, que no fue realista pensar que la reforma podría pasar, que imaginar siquiera esa posibilidad significaba desconocer el contexto político ensombrecido por la moral religiosa e indolente; quienes le apostamos a ese mínimo, no perdimos la esperanza. Y no lo hicimos porque durante el intenso debate democrático, el conteo de votos a favor, prácticamente nos hizo sentir que por fin había ganado la ética de la vida digna.  La postura antiderechos de asambleístas como Lourdes Cuesta, Héctor Yépez, César Rohón, Henry Kronfle, Esteban Torres o Viviana Bonilla siempre fue bien conocida. De ellos y ellas jamás esperamos apertura a la escucha. Desde el inicio sabíamos que siempre estarían en contra. Por eso decidimos no agotar energías frente a su miseria y escasa empatía.

Del otro lado hubo asambleístas como Jeannine Cruz y Tanlly Vera de Creo, y María Mercedes Cuesta de Fuerza Ecuador, que aparentemente demostraron una posición independiente a la de los líderes de sus partidos, declararon públicamente su voto a favor. Esta última en particular, en sus discursos prácticamente se declaró defensora acérrima de las niñas, se rasgó las vestiduras y con una convicción de acero nos hizo creer que, el tema le atravesaba y defendería su postura más allá de las presiones.  Al momento de la votación, las dos primeras se abstuvieron y la última se ausentó.

Por su parte, Elio Peña, Encarnación Duchi, Tito Puanchir y Eddy Peñafiel del partido Pachakutik se convirtieron en la sorpresa de la jornada, al deslindarse de la postura orgánica de la CONAIE, movimiento al que representan, votando en contra de las reformas al artículo sobre aborto del COIP.

Los votos de estos siete legisladores hubiesen bastado para que la despenalización del aborto en las cinco causales se convierta en una realidad. No obstante, así como ocurrió en el 2013, los cálculos políticos y los dogmas individuales primaron, antes que el interés público.  Quienes nos aseguraron que eran irreductibles con sus apuestas sobre este tema porque consideraban que la tortura no puede convertirse en una política de Estado, una vez más nos fallaron. Nuevamente sobre la dignidad de nuestras vidas se aplicó el principio de lo descartable, y se nos consideró como máquinas reproductivas cuyo valor es secundario frente a las exigencias de los bloques políticos y las posiciones personales. Teníamos suficiente lidiando con la indignación causada por los asambleístas que frontalmente reprochaban su oscurantismo, y ahora, para variar, tenemos que encontrar nuevas estrategias para no ceder ante el espectáculo montado por lxs oportunistxs de siempre.

Mientras nosotras seguimos movilizándonos y organizándonos por la dignidad de nuestras vidas que es nuestro principal proyecto, reclamamos a los y las asambleístas que se negaron a ampliar las posibilidades de reparación integral para las víctimas de violencia sexual a hacerse cargo de su decisión. No basta con haber votado no. Les exigiremos públicamente sus proyectos de ley para reducir el embarazo adolescente, prevenir el incesto y la violencia sexual, acompañar a las víctimas, apoyarles en sus proyectos de vida y darles garantías de económicas que sean la base de su bienestar junto con la de su hijx, o reducir las barreras que dificultan los procesos de adopción en el país. Queremos que quienes votaron en contra, se abstuvieron y se ausentaron, nos demuestren que están comprometidos con las dos vidas, y que su criterio no se sostiene en un machismo estructural que criminaliza a las mujeres cuando demandan autonomía sobre su cuerpo.

De nuestro lado, nosotras si entendemos que defender la vida, no implica solo parir, sino dar al niñx que nace todas las condiciones materiales y subjetivas para que crezca con dignidad. Y eso solamente es posible con maternidades deseadas y con proyectos de vida consolidados compartidos en la misma medida por madres y padres. Sin esa corresponsabilidad y convicción, la vida se convierte en un infierno. Si ustedes asambleístas, no van a trabajar por el bien común, nosotras estaremos ahí, llenando la ausencia del Estado. La comodidad de su indiferencia por la dignidad de nuestras vidas, se encontrará con nuestro hartazgo, y va a temblar.

 

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