A río revuelto (Parte I)

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Viernes 3 de Abril de 2020

«Todos vamos a morir por la vergonzosa obstinación y la malignidad de un marrano».

Fabrizio Colona ante la ineptidud del Virrey de Nápoles. Batalla de Rávena. Siglo XV.

 

Cuando apareció el Covid-19 en China, EE. UU. y otros países del eje capitalista, supusieron un retroceso en la economía de ese país y un reacomodo en el equilibrio de poder. China arremetió con amplias medidas, especialmente en el epicentro de la epidemia, que provocaron críticas de la prensa y de los analistas occidentales. Además, auparon para que Donald Trump aproveche la oportunidad para sacarse del medio a su competidor y a algunos enemigos.

En la actualidad, China se encuentra iniciando con la normalización de sus actividades, la cicatrización de sus heridas y la reversión de las ingentes pérdidas económicas. Adicionalmente, presta apoyo y hace negocios con otros países en medio de una andanada de calumnias de la prensa hegemónica internacional y de los muñecos de ventrílocuos criollos.

En la Unión Europea -el mismo bloque liberal que desmanteló lo público, en especial los sistemas de sanidad- la crisis por la pandemia está en ascenso con enormes pérdidas humanas y económicas. En Francia, el presidente reconoció que salud pública debe encontrarse fuera del mercado. Italia y España, por ejemplo, reciben ayuda de varios países, entre ellos de Rusia, China y Cuba, ayuda que se encuentra bajo un ataque mediático. Alemania -a pesar de las políticas liberales implementadas por el gobierno reciente- mantiene cierta fortaleza del sistema de salud, lo que le ha permitido enfrentar de mejor manera la pandemia.

El virus llega a América. En EE. UU. -donde casi la totalidad de atención en salud es privada- se enfrenta el avance de la pandemia que hace varios días superó a China en número de víctimas, por la falta de atención médica al no tener un seguro privado. El presidente Trump dictó medidas de contención, recibiendo presión por parte de los grupos económicos de poder que quieren evitar pérdidas, al mismo tiempo de lograr que republicanos y demócratas tomen medidas para fortalecer la economía. Simultáneamente, este declaraba de la manera más informal que si al final de la pandemia alcanzan los 200.000 muertos habrán ganado la batalla, desentendiéndose de los cerca de cuarenta millones de estadounidenses vulnerables que viven en condiciones de pobreza absoluta. Trump se vió obligado a pedir ayuda,la cual por ahora recibe de su enemigo, Rusia, agradeciendo el hecho en declaraciones públicas.

Los mandatarios de los países latinoamericanos han optado por diversas medidas para detener el avance del virus. En algunos casos, las tomaron a tiempo y en otras cuando la cantidad de contagiados ya se encontraba en ascenso. Por ejemplo, México se demoró en tomar medidas esperanzado en la serenidad y en el control, pero finalmente tuvo que tomarlas, incluyendo a la inmovilización social. El mandatario negacionista de Brasil insiste en menospreciar a esta pandemia, casi la totalidad de gobernadores y alcaldes han desacatado sus declaraciones y están optando por medidas de contención. Su inacción ha provocado que muchos líderes políticos se encuentren pidiendo su renuncia. Venezuela asumió medidas radicales casi de manera inmediata -lo que -como en China- garantizó arduas críticas por parte de los medios y la oposición.

A nivel global la economía se deteriora, según han aceptado los funcionarios del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial. Estas instituciones plantean inyectar dinero para el reflote, el mismo que en algún momento deberá ser repuesto por los beneficiarios.

Hay una caída de los márgenes de ganancia de las empresas, denotándose este en un principio en los sectores de la aviación comercial y el turismo. Pero no todo resulta ser pérdida en estos tiempos: los inversionistas se encuentran detrás de las farmacéuticas y de las compañías de insumos médicos, comprando acciones a bajo precio, etc., terminando por aplicar las herramientas de innovación y oportunidad que como religión del mercado se fomenta. Mucho dice la opinión de un fiscal italiano que alerta sobre la oportunidad que tendrá la mafia para hacer negocios por contar con la liquidez que ahora es requerida.

En Ecuador, la situación es por demás grave. Según cifras oficiales, con más de tres mil contagiados, más del 70 por ciento se encuentra en Guayas, con una tasa de mortalidad superior al 3,5 por ciento -sin contar con los 75 decesos con sospecha de COVID- tasa que se incrementaría con el avance de la enfermedad a causa de lo que en este momento se denuncia, especialmente en Guayaquil: hospitales desbordados de pacientes y cadáveres, personal de salud amenazado o sancionado porque continúa denunciando la falta de insumos y su desesperación de sentirse indefensos por el alto riesgo de contagio. No resulta ser una coincidencia que alrededor de treinta salubristas se encuentren entre los fallecidos. En este entorno, el gobierno se desgasta repitiendo que la “prioridad es la salud” y que están solucionadas las falencias hace más de siete días, aunque la realidad y las cifras demuestren lo contrario.

Se suma la ineficiente telemedicina, un 911 colapsado, la inexistencia de centros ni médicos en los cantones, la muerte de personas sin registro, en sus casas y en la calle. Un clamoroso subregistro aceptado por el vicepresidente en una de sus desordenadas declaraciones, cerca de tres mil pruebas pendientes de las que se estima más del cincuenta por ciento serán positivas. Periodistas aliados al gobierno que denuncian la existencia de cifras altas de muertos que se amontonan en las calles, hospitales y morgues. Un funcionario de un banco estatal que hace las veces de benefactor panteonero, que trata de socorrer a los que con desesperación claman en calles y redes sociales, funcionario que declara que en Guayaquil fallecían 40 personas por día y que ahora aparentemente rondan los 100, sin que haya otro acontecimiento extraordinario aparte de la pandemia de Covid-19. Deudos que deben buscar entre los cadáveres a sus familiares y esperan en filas interminables para inscribir la defunción o lograr algún servicio exequial. La alcaldesa de Guayaquil que reclama por la ignominia en una ciudad fruto del “modelo exitoso” socialcristiano, por los enfermos que mueren en la entrada y los pasillos de los hospitales.

La llamada paciente 0 y su entorno familiar fueron las primeras víctimas, pero existen versiones de un foco de contaminación y decesos en el sector de Samborondón, epicentro suburbano del poder económico. Los contagios y las muertes en gran proporción están en sectores medios y pobres, por efecto del contagio comunitario imposible de rastrear, pero que pudieron ser favorecidos por las altas concentraciones en eventos sociales y deportivos posteriores al inicio del contagio, los cuales en su tiempo fueron permitidos por las autoridades.

Las medidas tardías del gobierno se han ampliado sin una contrapartida real en términos de protección social, centrando toda la atención a la población en su autoaislamiento, porque saben que el sistema sanitario ecuatoriano no se encuentra abastecido en estos momentos, menos con la avalancha de contagiados que no parece detenerse, con una sanidad desmantelada, sin presupuesto suficiente y con más de cinco mil salubristas despedidos hasta el año anterior, hospitales entregados como cuota política.

 

Fotografía:

www.un.org

 

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