Ni la muerte es igual para todas (Parte II)

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Martes 31 de Marzo de 2020

Continuando con las consideraciones a las preguntas que planteaba, en este escenario, escribo estas líneas para plantear algunas reflexiones:

2. ¿Quiénes serán los más afectados por la epidemia?

Algunos funcionarios han sostenido en sus declaraciones que el virus es igual para todas y por eso llaman a una unidad basados en los estereotipos de patria. Desde estas percepciones, la “amenaza”, no distingue entre ricos y pobres cuando provoca que el cuerpo se enferme o que muera.

Por esta razón el llamado incuestionable y universal del gobierno es a quedarse en casa, porque desde los ojos de un Gobierno que ha utilizado la sangría de los recursos del Estado para beneficiar a sus amigos, todas somos igualitas. Aclaro que la cuarentena es una medida adecuada, pero imposible de cumplir sin garantizar las necesidades básicas de la población.

Pero, en las realidades que vive la población ecuatoriana, el virus es todo menos un igualador. Por eso la pregunta es ¿quiénes somos y seremos los más afectados por esta epidemia?

El primer grupo de afectados serán los adultos mayores, quienes por sus condiciones biológicas tienen una menor capacidad de respuesta al virus. Pero la lectura se plantea ir más allá del biologisísmo.

Por este motivo, se ha partido desde la perspectiva de riesgo, es decir que el virus tiene condiciones que podrían afectar nuestra vida. A lo que se suma el concepto de vulnerabilidad, que significa que nosotros tenemos condiciones propias por la que esté virus nos puede afectar en mayor y menor medida.

Todas las vulnerabilidades son situacionales, pueden cambiar en un corto tiempo o el medio puede modificarse. Como ejemplo, en el caso del virus, la vulnerabilidad de los profesionales de la salud disminuiría si se los dota con las prendas de protección adecuadas, mientras que si modificaríamos el sistema de salud incluyendo los recursos de los actores privados, la vulnerabilidad de nuestro sistema de salud (el riesgo de colapso) iría en decremento (mayor capacidad de resolución).

Desde las organizaciones feministas y desde las mismas Naciones Unidas han remarcado que por el aislamiento las mujeres se encuentran en riesgo de sufrir violencia de género. Pero también se debe tomar en cuenta que algunas de las profesiones biomédicas cuentan con más profesionales mujeres (enfermería, medicina), al igual que el trabajo de cuidado y algunos sectores de la economía.

Una de las vulnerabilidades que se ha vuelto más evidente en este escenario, es el acceso diferenciado a los recursos en salud, situación que se vincula de manera directa a los ingresos y que además evidencia una dinámica perversa de la administración pública, dejando desprotegidos a quienes no tienen los recursos para trasladarse a los hospitales. De aquí han salido las innumerables imágenes de los muertos en las calles, las morgues saturadas y otras que tristemente inundan nuestras redes.

La dinámica del miedo que se fabrica a través de los más media, y redes sociales nos colocan en situación de vulnerabilidad, varios son los casos de las personas que han contactado un psicólogo por crisis de angustia, insomnio u otras. El miedo se atraviesa entonces por la condición de clase (cobertura de necesidades), y desde ese lugar cumple con un objetivo inmovilizador, convoca a la individualidad y refuerza la estrategia de moralidad del gobierno: llamado moral individual sobre explicación de políticas públicas – soluciones colectivas.

El juego autoritario del poder del Gobierno de todos. Es increíble pensar en una situación que provoque más vulnerabilidad que la sucedida en días pasados, cuando se decidió pagar bonos sobrevalorados en lugar de financiar el raquítico sistema de salud. Este es el gobierno de todos, de todos los que pueden hacer negocios, de todos los que venden mascarillas, de todos los que pueden comprar bonos del Estado. No del colectivo, de las enfermeras, de las trabajadoras públicas, de las estudiantes. Es un gobierno gallinazo que se nutre de los cadáveres que va dejando en su gestión, ha convertido al Estado en el botín de saqueo y a la población en su moneda de cambio.

La situación económica de las familias se encuentra inscrita en varios de los puntos trabajados, la cuarentena desde una solución individual y no desde una propuesta por la lucha colectiva a favor de la vida es una herramienta que durante un tiempo funcionará. Pero, puede sorprenderse la persona que se encierra sola y presa del pánico, cuando descubra de dónde vienen sus alimentos, cuantas manos intervienen hasta que llegue a las perchas de los supermaxis.

Y continuando con la idea de los alimentos, esta crisis desnuda la situación de otras vulnerables, las campesinas históricamente relegadas son de quienes dependemos para mantener nuestra dieta y cuarentena. Las campesinas están en mejores condiciones para un escenario de auto abastecimiento, sin embargo, en cuanto a los ingresos necesarios para productos de primera necesidad, se verán sin duda afectadas.

Los puntos trabajados, me llevan a pensar que las adultas mayores, las mujeres, las pobres, las excluidas, los informales, serán definitivamente quienes se encuentren más afectadas. Porque en las condiciones actuales ni la muerte es igual todas.

3. ¿Cuál es nuestro futuro después del virus?

Hago está reflexión tomando en cuenta las declaraciones que dos filósofos de izquierdas (¿?) han hecho ante la monstruosidad de la epidemia:

Byung-Chul, habla de una reinvención brutal del capitalismo tomando como base la doctrina del shock (Klein) y que para él se valdrá de los dispositivos de vigilancia utilizados en el manejo de la epidemia.

Slavoj Zizek, considera al virus como un golpe al capitalismo, que permitirá repensar las formas político económicas con las que se administra la vida.

Debo sostener que Latinoamérica vive realidades sincréticas en cuanto a los modos de producción. Estas realidades se conforman por asalariadas, burócratas, peones (en el sentido feudal), procesos de esclavitud (disfrazada o no), trata de personas y otros. Lastimosamente estos escenarios se encuentran atados a un sistema de producción mundial, donde somos la mano de obra o el objeto de comercio.

También es importante observar las formas de organización que han nacido en el marco de la crisis, sobre estructuras nuevas o existentes, hay una pulsión de diferentes actores sociales a favor de preservar la vida. Mi miedo real es que el escenario actual se convierta en la cotidianidad del futuro. Por eso desde la misma angustia, considero importante realizar unas consideraciones.

Los golpes al capitalismo no significan nada si no hay sujetos históricos que realizan los cambios. La solidaridad debe transformarse en organización constante, pues no hay posibilidad de enfrentar un problema colectivo, como lo es la distribución de la riqueza, de forma individual.

Estamos en una etapa decisiva para la vida, si no se realizan las transformaciones necesarias a este sistema, es posible que en unos años (con o sin coronavirus) provoquemos nuestra extinción como especie.

Debemos volver a creer en los procesos que como personas y colectivos organizados podemos realizar. Zizek, consideraba que era más fácil imaginarnos el fin del mundo que el fin del capitalismo y está epidemia desnuda esa realidad. Sin el esfuerzo por la transformación solo descubriremos que la misma es imposible.

Conectarse y formar redes humanas es una necesidad fundamental. Es la forma en que podemos construir las herramientas mínimas para salir de esta pandemia y garantizar que las vulnerabilidades de cada persona, no la sumen al número de muertos que de ante mano ponemos sobre la mesa.

No hay certeza de las formas de organización que nacerán de la emergencia, no hay certeza de que una nueva sociedad emergerá, no hay certeza de que el capitalismo adopte medidas de vigilancia y que su brutalidad se multiplique exponencialmente. En definitiva, no tenemos certezas sobre la realidad que viviremos de aquí en 40 días. Pero, lo más importante que hay considerar que no se producirán cambios sin un sujeto histórico organizado.

Si no realizamos una apuesta por la vida, nos destinamos al cementerio que nos vende el mercado, porque después de todo nosotros y nosotras somos y seremos quienes pongan los muertos.

 

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