Los más jodidos son los que más se joden

kgg
Martes 14 de Abril de 2020

Ecuador está siendo noticia mundial por el mal manejo sanitario por parte de las autoridades del país para controlar la propagación del coronavirus. Con apenas 17 millones de habitantes, es el tercer país con mayor número de casos de coronavirus confirmados en América Latina, solo superado por Brasil y Chile, que tienen poblaciones mayores. El Ecuador tiene el mayor número de casos por habitante del subcontinente.

Y eso no puede ser casualidad. Desde que Moreno asumió el poder ha mostrado una clara política neoliberal, favoreciendo a los más pudientes y abandonando a los más necesitados. En el caso concreto de la lucha contra el COVID-19, se ha rehusado una y otra vez a derivar recursos para facilitar el trabajo de médicxs y enfermerxs, prefiriendo incluso pagar la deuda externa. Dejando que aquellos que no tienen acceso a la salud privada, queden a merced de la carencia con que trabaja el sistema público de salud. Por otro lado, los capitalistas no dudan en aprovechar la situación para aumentar sus ganancias. Los proveedores de insumos médicos han aumentado el precio de los productos que distribuyen, de los que incluso el sector público se surte. El Gobierno no toma ninguna medida contra esta actitud claramente inhumana e indolente.

Unos meses atrás se despidió a miles de profesionales de salud que trabajaban para el Estado, y ahora debido a la emergencia sanitaria la única solución que encuentran es escoger a 250 médicos rurales, que están llevando a cabo un año de servicio social exigido por el Ministerio de Salud para ejercer la profesión, para que brinden sus servicios en Guayaquil, considerada por muchos la capital latinoamericana del coronavirus.

Pero el sistema de salud no es el único relacionado con el curso que ha tomado la pandemia en este país. No debemos olvidar que la salud es un producto social. “Quédate en casa” es la recomendación que todas las instituciones dan a la población mundial, sin tomar en cuenta que gran parte de los ciudadadanos en nuestros países subdesarrollados, tienen que salir todos los días a conseguir comida para poner en la mesa. Que muchos de ellos han hecho de las calles sus hogares. La violencia de género tampoco se ha hecho ausente, el confinamiento genera una convivencia ineludible que provoca tensión nerviosa, angustia e incertidumbre, y todo ello desemboca en un aumento de agresiones en el ámbito doméstico.

Me pregunto si es que el “modelo exitoso” que hace de Guayaquil el puerto más importante del país, donde la clase oligárquica ha edificado su propia urbe en Samborondón, a unos kilómetros de la ciudad para alejarse de la miseria, tendrá algo que ver con los cadáveres que yacen en las aceras de la ciudad.

La baja escolaridad es una barrera que añade dificultad al control de la pandemia en nuestro país. Por ejemplo, en lugares donde no se dispone de agua potable, donde las medidas higiénicas deberían ser todavía más estrictas, muchas veces resulta difícil transmitir la importancia de estas medidas y las técnicas que deberían llevarse a cabo a una población con un escaso, tal vez nulo, acceso a la educación.

Frente a todo esto, el escenario político actual sería un hazmerreír si no fuera por la tragedia de los cientos de muertos que hay en nuestro país. Ninguno de los actores trata realmente de dar una solución a la crisis, sino que únicamente se preocupan por su imagen pública, posiblemente con vistas a las elecciones nacionales del próximo año. El presidente de la República hizo hace unos días la siguiente declaración: “… hay que decir la verdad, por dolorosa que esta sea. Sabemos que, tanto el número de contagios como el número de fallecimientos, los registros oficiales se quedan cortos…”, evidenciando él mismo la mediocridad con la que está enfrentado el gobierno la situación.

Así es como una vez más lxs más jodidxs, lxs que no tienen un trabajo estable, que no cuentan con servicios básicos en sus casas (si es que las tienen), que viven en condiciones de hacinamiento, son lxs que terminan pagando con sus vidas el resultado de la inequidad social. La pandemia del coronavirus lo único que ha hecho es agudizar y develar la injusticia en la que vivimos y preferimos ignorar, la realidad que preferimos creer que vive lejos de nosotros, pero que nos espera a la vuelta de la esquina.

 

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