El amor en tiempos de crisis

El amor se construye en coherencia al modelo de producción hegemónico. El amor romántico privatiza, porque es servil al capitalismo patriarcal. Mientras que el amor de camarada, es amor revolucionario porque es insurgente, porque socializa, porque es amplio.
Martes 12 de Febrero de 2019

Este texto plantea al amor romántico como dispositivo de mantenimiento de las jerarquías sexuales, el capitalismo y el condicionamiento subjetivo patriarcal. Para abordar la discusión, se hará una revisita a las implicaciones históricas, sociales, económicas y simbólicas del amor romántico.  Se revisitarán brevemente la estructuración de la familia nuclear burguesa, la repartición desigual del poder entre los sexos y la construcción de subjetividades en el capitalismo patriarcal para conformar y mantener las jerarquías sexuales.

En sociedades pre-capitalistas, el intercambio de mujeres fue y es el pilar sobre el que se hace política y vida social, la forma en que se aseguran lealtades, negocios y linajes. Si bien el patriarcado es anterior al capitalismo, este sistema no logra su forma más brutal y sistemática, sino hasta que estos dos procesos históricos se combinan entre sí. En la transición del feudalismo al capitalismo, durante la acumulación primitiva, los cuerpos de las mujeres se privatizaron mediante la figura de la familia nuclear, la exclusión del trabajo asalariado, la prohibición de repartir y adquirir conocimiento, y la limitación de nuestros cuerpos al espacio doméstico.

Pero no fue sino hasta el siglo XVIII que encontramos la total consolidación del amor romántico, como la concepción del amor del pensamiento ilustrado, que elogiaba las relaciones “virtuosas” únicamente entre hombres y mujeres a través de la figura del matrimonio. En este sentido, el amor romántico se convirtió  en la única forma legítima de cubrir las necesidades afectivas, servil a los intereses del Estado y la iglesia católica. Entre sus funciones, el amor romántico controla los cuerpos de las mujeres, produce mano de obra y consumidores, perpetúa la división de los espacios entre lo privado y lo público, y construye subjetividades emocionalmente  co-dependientes y sumisas. 

Pero la suspicacia del amor romántico supera la mecánica de la funcionalidad. Este configura subjetividades desde la prohibición total o parcial del falo como figura de poder. Mientras a los niños se les prohíbe ciertas mujeres (sus madres, hermanas y mujeres de otros hombres) y se les otorga un falo condicionado; a las niñas se les prohíben todas las mujeres y por completo el falo. Es así que se reafirma la héteronorma y la dominación de los hombres sobre las mujeres y cuerpos feminizados.

De esta manera, el amor romántico se configura desde la dominación y cosificación de los cuerpos femeninos, tanto práctica como simbólicamente. Este entrelazamiento de los sistemas de producción, el patriarcado y la configuración de subjetividades, nos da una perspectiva mucho más compleja de la forma sistemática en la que funciona el amor romántico.

Pero hay esperanzas. Si la construcción del amor romántico es social, histórica e ideológica, y no natural cómo se ha tratado de imponer; también es social, histórica e ideológica su deconstrucción. Las propuestas feministas de amor superan las limitaciones caprichosas, neuróticas y obsesivas de enclaustramiento mutuo del amor romántico. Desde la negociación por la repartición de las tareas de cuidado dentro del hogar, pasando por la deconstrucción del deseo héteronormado, hasta las propuestas de poliamor con corresponsabilidad afectiva; los feminismos han propuesto distintos enfoques para superar la domesticación del amor romántico.

Ya a principios del siglo XX, Alexandra Kollantai, la bolchevique revolucionaria, denunciaba al amor romántico como una expresión burguesa para sometimiento a las clases trabajadoras y sobre todo a las mujeres. Denunció su doble moral sexual, que a las mujeres se les enseñara a sacrificarse por el esposo, la privatización de los cuerpos femeninos por parte de los masculinos, y  que como femeninas, el único poder legítimo, era el afectivo. Cien años después los cambios no son sustantivos.

El amor se construye en coherencia al modelo de producción hegemónico. El amor romántico privatiza, porque es servil al capitalismo patriarcal. Mientras que el amor de camarada, es amor revolucionario porque es insurgente, porque socializa, porque es amplio. La propuesta de los feminismos marxistas populares sexo-genéricos diversos, desde la que se enuncia esta revista, plantea sujetos que no se referencien más con el masculino ni el femenino hegemónicos, que critiquen la privatización de los cuerpos y almas de les compañeres por medio del matrimonio héteronormado y que colocan al amor más allá de lo sexual, como una multiplicidad de expresiones que pueden y deben ser satisfechas desde una serie de relaciones colectivas

La camaradería, decía Kollantai, es el amor que revoluciona:

"El amor se puede presentar bajo la forma de pasión, de amistad, de ternura, de inclinación amorosa, de comunidad de ideas, de piedad, de admiración, de costumbre y cuantas maneras imaginemos. Es decir, la Humanidad, en su constante evolución, ha ido enriqueciendo y diversificando los sentimientos amorosos hasta el punto de que no parece fácil que una sola persona pueda satisfacer la rica y multiforme capacidad de amar que late en cada ser humano" Kollantai 1909.

Camaradas, amémonos.

Bibliografía:

Federici, Silvia. 2010. El Calibán y la Bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación primitiva. Traficantes de Sueños.

Figueroa, Juan Guillermo. 2016 «Algunas reflexiones para dialogar sobre el patriarcado desde el estudio y trabajo con varones y masculinidades.» Sexualidad, salud y sociedad, 221-248.

Kollantai, Alexandra. 2011 (1909) Las relaciones sexuales y la lucha de clases. Matxingune taldea.

Rubin, Gayle. 1997.«El tráfico de mujeres: notas sobre la economía política del sexo.» En Género, conceptos básicos. Programa de estudio de género, 41-64. Perú: Pontificia Universidad Católica del Perú.

Saiz, Mónica. 2013. Amor Romántico, Amor Patriarcal y Violencia Machist. Intituto de investigaciones feministas, Madrid.