Crisis del movimiento estudiantil: hegemonía y resistencia

feue china
Martes 25 de Septiembre de 2018

Sería impreciso dotar de alguna temporalidad histórica a la emergencia de los estudiantes como sujetos hacedores de la política y constructores de la realidad. Ha pasado un siglo desde que, en Córdova, a través de la acción estudiantil organizada, el mundo sabría de la primera Reforma Universitaria, o desde que en Checoslovaquia en 1939 los universitarios saldrían a las calles a protestar y exigir el cese de la ocupación fascista que acosaba su nación.

Quizá a la memoria colectiva se le escape recordar mayo del 68 en Tlatelolco o París, mayo del 69 en el Ecuador y la masacre en la casona universitaria en Guayaquil, o septiembre del 72 en Argentina.  

Abundan en la historia contemporánea los acontecimientos en los que la insurrección estudiantil ha sido columna de apoyo de los procesos organizativos populares, y por esta razón abundan también en los anales de la historia, amargas remembranzas sobre masacres, torturas y desapariciones estudiantiles.

Y es que no podría ser de otra manera, quienes en otro tiempo tenían el coraje, la valentía, la decisión y la entereza de oponerse viva y activamente al poder, pagaban con su sangre la osadía no sólo de pensar diferente, sino también de tomar partido y ponerse al servicio de su causa activamente.

En su gran mayoría los movimientos estudiantiles, por lo general, han estado en el lado "izquierdo" de la historia. El Ecuador no ha sido la excepción, agrupaciones camo la FESE, FEUE, URJE, entre otras, fungieron alguna vez como catalizadoras del descontento estudiantil, contaron con caídos en sus filas y prestaron resistencia de la manera que la situación lo ameritaba.

Sin embargo, los dispositivos de dominación hegemónica parecen haber entendido mucho mejor que cualquiera de los y las valientes líderes estudiantiles que era necesario aplicar un mecanismo de control de masas que no apelará tanto a la violencia, sino más bien a la cooptación, al consenso, y al diálogo.

Es así que a partir de los 90 inicia una vertiginosa debacle que llevaría a la actual crisis de representatividad y movilización estudiantil que enfrentamos hoy los y las estudiantes.

En contra partida a las movilizaciones, la organización, la consecuencia, la combatividad y coherencia política de antaño aparece ahora la desidia, el tedio, la escasa representatividad, y la instrumentalización de los gremios y agrupaciones estudiantiles.

Agrupaciones como la FESE y la FEUE Nacional pasaron de ser un referente de organización estudiantil a un cúmulo de fervientes y voluntariosos jóvenes en cuyos hombros radica la supervivencia de algún cadáver insepulto de la política ecuatoriana.

Según la Encuesta Nacional de Participación Ciudadana (ENPC) al 2010, cerca de un 88,2% de los jóvenes del país comprendidos en edades de 17 a 24 años nunca había participado de ninguna agrupación o movimiento estudiantil.

Entre los rangos de 25 a 35 el porcentaje se incrementa hasta un alarmante 94, 9% que declaró no haber participado nunca de agrupaciones, gremios, o estamentos estudiantiles.

El rechazo hacía la política en general, y hacía la organización estudiantil en particular, se ve reflejado en cifras que permiten entender en alguna medida lo que sucede en la actualidad.

Las malas prácticas de los dirigentes, la "venta" de los principios a cambio de cuotas de poder o cargos públicos, la cooptación inescrupulosa de los partidos escasos tanto de ideas como de militantes, y la poca preocupación de los caudillos a cargo por generar procesos de resistencia, han sido elementos que poco han favorecido a la organización estudiantil.

Ahora el accionar estudiantil se ve completamente limitado, atado de pies y manos a lo que dirigencias escuetas decidan o no hacer.

Pero cómo llegamos a este punto. La explicación que puedo ensayar tiene que ver con la noción de hegemonía y su inclusión o aceptación de lo subalterno. La hegemonía supone un cierto grado de incorporación de la cultura popular, de reconocimiento de lo subalterno, ya que al incluir “al otro” dentro de sí mismo, el sistema capitalista se asegura los elementos de familiaridad necesarios que le permiten adentrarse, en las esferas más íntimas de la vida de los subordinados, es decir, los procesos de construcción hegemónica son incluyentes en tanto esta inserción favorezca su interés.

La resistencia si bien desafía, cuestiona e incomoda a la hegemonía que ejercen los diversos actores sobre los movimientos estudiantiles, no supone una tesis superadora de la misma. Es decir, la resistencia que nace a partir de la escueta organización existente no es anti hegemónica, sino más bien se constituye como una manera mediante la cual nuestra inconformidad puede ser liberada, sin que esta llegue a ser en sí misma un peligro a las relaciones de dominación existentes, en cuanto esta no sea más que expresión aislada de una inquietud en particular.

Es momento de usar la crisis que vivimos, como método y alternativa superadora.  Es momento de usar aquel elemento para aglutinar fuerzas e inspirar ideas. Si bien nuestras formas, nuestros tiempos, nuestras realidades pueden aparecer como distintas y alejadas, es precisamente la crisis el único elemento común a todas esas formas, es la crisis la que las cubre las diseña y las modifica.  

 

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