Literatura en la Revolución Rusa: el futuro llegó hace rato

Literatura rusa
Lunes 22 de Octubre de 2018

  

Queridos

camaradas del mañana,

cuando metáis los dedos

en la mierda ya petrificada

del hoy

con vuestros días explotados en oscuridad

vosotros

tal vez

preguntaréis por mi

 

Vladimir Maiakovsky, Rompiendo el Silencio (fragmento)

 

Entre las numerosas críticas que se hacen a la Revolución Rusa se encuentra aquella que remarca el error de haber querido imponer una llamada “cultura proletaria”. Ya desde los primeros años y especialmente en la década posterior a la muerte de V.I. Lenin, se encendió la discusión acerca de cómo crear una “literatura proletaria”, e incluso de cómo formar escritores aptos para que la literatura ingresara en el sistema de producción. Al tiempo, se defenestraba a los exponentes pre-revolucionarios (especialmente a los de la Edad de Plata) y se instalaba una clara censura creativa durante el mandato de Iosef Stalin que resultó en el realismo socialista como política oficial del Estado, a través del decreto de reconstrucción de las organizaciones literarias y artísticas (1932), algo que se reforzó en 1934 con la fundación de la Unión de Escritores Soviéticos y la celebración del I Congreso de Escritores Soviéticos.

Fue efectivamente un error pretender domar al siempre libre e impetuoso caballo del arte. Si bien desde el Partido se tuvo conciencia del rol del arte y en particular de la literatura como instrumento que debía servir a las masas para afianzar una cultura proletaria que ayudara a la desaparición de la cultura burguesa y capitalista, también es cierto que fallaron al pretender imponer normas, temáticas y formas de hacer y decir. La censura e incluso la persecución de grandes artistas, le costó años de producción a las letras rusas, sin embargo, la genialidad y calidad de algunos de sus representantes trascendieron el momento histórico, como solo pueden lograrlo los verdaderos artistas, y en este sentido, los y las rusas del período revolucionario legaron obras maravillosas a la humanidad. 

La manera en la cual el aparato partidista quiso transformar a la literatura, fue exigida y hasta  contradictoria con lo que el mismo Lenin creía. Lenin, cuya formación literaria fue amplia y con preferencia de los llamados clásicos, sostuvo la necesidad  “de organizar una literatura vasta, rica y variada, en estrecha e indisoluble trabazón con el movimiento obrero social – demócrata. Toda la literatura social – demócrata debe convertirse en literatura del partido” (Lenin, 1975), pues entendió que si bien la literatura no podía ser forzada, si debía estar al servicio de la Revolución. La literatura debía ser la gran arma ideológica en la lucha de clases.

La Revolución Rusa y su realismo socialista nos dejaron una lección, muy bien descrita por el argentino Ernesto Sábato en El escritor sus fantasmas: “No hay más que dos formas de arte: el bueno y el malo. El arte bueno es siempre una síntesis dialéctica de lo real y lo irreal, de la razón y la imaginación. Al ignorar esta contradicción, al querer forzarla en una sola de las antonimias, el realismo socialista deja de ser dialéctico y vuelve a una especie de idealismo” (Sábato, 2011)

En esa línea y años antes, se expresaron León Trotsky y Víctor Serge, en sus trabajos titulados “Literatura y Revolución”. El primero discutió con ahínco y argumentos la imposibilidad de crear una cultura proletaria, ya que “no sólo no hay una cultura proletaria, sino que nunca la habrá” (Sobre arte y cultura, 1971) en virtud del sentido y ser mismo de la dictadura del proletariado y su carácter transitorio, mientras que el segundo afirmó: “La literatura proletaria será obra espontánea de escritores que se sumen al proletariado revolucionario” (Serge, 1932), y no de funcionarios que, por mas honestos que fueran, nunca lograrían imponerla a través de planes.

La Revolución Rusa fue tan potente y transformadora, que revisando fugazmente una arista – la de la discusión sobre la literatura y su rol en la construcción de un mundo nuevo – podemos darnos cuenta de la profundidad y la calidad del cambio que supuso su presencia en la historia de Rusia y del planeta entero. En ese largo y turbulento período de 1917 a 1991,  hombres y mujeres se entregaron en cuerpo y alma a la construcción del socialismo. En el camino, cometieron errores, sin embargo, nadie puede dudar de la gran capacidad que tuvieron de realmente pensar y transformar su sociedad, desde todos los ámbitos posibles.

Hoy, 101 años después, continuamos estudiando su influencia, aprendiendo de sus errores y sorprendiéndonos con los maravillosos escritos que legaron a la humanidad: los preciosos y punzantes poemas de Maiakovsky, Tsvetáyeva o Boris Pasternak, las terriblemente emocionales narraciones de Máximo Gorki, los ensayos de un genio como Vladimir Lenin, o los inteligentísimos textos de un Trotsky. Ellos, y muchos otros, que apostaron por un futuro distinto y un mundo nuevo y mejor, siguen hoy vigentes. Su arte nos demuestra que el futuro llegó, hace rato. ¿Estaremos a su altura?. 

Bibliografía:

Lenin, sobre Arte y Literatura. Prólogo, traducción y edición de Miguel Lendínez. Ediciones Júcar. Madrid. 1975. Págs. 70-77. Texto original de 1905

Sábato, Ernesto (2011). El escritor y sus fantasmas. P96. Seix Barral.

Serge, Victor (1932)  Literatura y Revolución 

Trotsky, Leon (2015) Literatura y Revolución. Ediciones RyR.

Maiakovski, Vladimir (2009) Una bofetada al gusto del público. Mono Azul editora.

 

 

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