Moreno: toda una contra-vida (Parte I)

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Martes 14 de Abril de 2020

La crisis desencadenada por la propagación del virus COVID-19 ha llevado a cuestionar el modelo capitalista de manera generalizada. La cotidianidad actual evidencia la prioridad del cuidado y el sostenimiento de la vida sobre el resto de prácticas, dejando en un segundo plano a las actividades económicas. Al respecto, centrar la atención en la consecución de los bienes de primera necesidad ha provocado una serie de inventivas que trascienden el uso de las compras electrónicas o el abastecimiento en los supermercados, como por ejemplo la huerta casera o barrial.

Este es un momento que nos invita a pensar un nuevo escenario de la economía, uno en donde las relaciones sociales se tejan en función de la colectividad y la cooperación, y en simultáneo, rompan los condicionamientos individualistas del capital sobre nuestras vidas y territorios.

La crisis que presenciamos tiene connotaciones superiores a las provocadas por las experiencias pasadas, cuando los móviles respondían a una caída de precios en los mercados, afectaciones en el petróleo, recesiones en los mercados financieros, o a causa de las malas decisiones gubernamentales. La pandemia es un terreno relativamente desconocido, que ha invitado a cuestionar las dinámicas individualistas y competitivas del modelo económico. Esta situación no es desconocida por los promotores del capital, y por lo tanto apelan a las históricas relaciones con los gobiernos para tensionar las decisiones a su favor.

El contexto económico ecuatoriano previo a la crisis sanitaria no era el mejor. El gobierno de Moreno se caracterizó por políticas neoliberales que disminuían el presupuesto público en detrimento del bienestar social, como fueron la reducción de presupuesto para la educación oficial, el despido masivo de empleados públicos (en especial del sector salud), la tentativa de incremento en el precio de la gasolina, el incremento de la deuda publica en favor del capital financiero, la privatización de empresas públicas, la libre movilidad de capitales que se dieron a la fuga, y los beneficios tributarios a los grandes capitales.

De tal forma que los ingresos del Estado por vía tributaria o utilidades de las empresas públicas se vieron disminuidos, al punto de dejar las cuentas con problemas de liquidez e incapaces de responder ante las necesidades sociales, lo cual alimentó un escenario de movilizaciones de jóvenes urbanos y rurales, poblaciones indígenas, organizaciones de mujeres y estudiantiles, y ciudadanías que se manifestaron en octubre del año pasado. La crisis económica respondía a la conjugación de la caída del precio del petróleo y a la prioridad del capital sobre la vida.

Con la llegada del virus al país, este escenario de malestar se vería profundizado. La falta de liquidez era una constante, el gasto público se veía disminuido con la caída del precio del barril de petróleo a casi la mitad en comparación al semestre anterior  (aprox. U$ 63 a finales del 2019 y U$ 34 en abril de 2020), además de la caída de las commodities, producto de una baja en la demanda internacional.

A sabiendas de las necesidades para contener la expansión del COVID-19, Moreno decide pagar la deuda externa, con la excusa de la mala calificación del riesgo país (912 en enero de 2020), evidenciando que la soberanía de la política macroeconómica no le corresponde al país, sino a los organismos internacionales. A pesar del pago, incrementaron el riesgo país a 2.792 puntos (JP Morgan marzo 2020).

A nivel mundial, varios pensadores como Paul Preciado, David Harvey, Leonardo Boff,  Judith Butler, Naomi Kleim, Daniel Libreros, y organizaciones como Africaye y movimientos ecologistas, han cuestionado la continuidad del capitalismo e invitan  a pensar en otro paradigma.  Uno distinto al trabajo sobre la vida, a dejar de lado la relevancia del salario, y pasar a lo realmente importante: el alimento y la existencia.

Adicionalmente, el paro de la producción ha dejado en evidencia la relevancia de la esfera reproductiva de la economía. Tal y como lo habían señalado las teorías feministas, al afirmar que los hogares  y las mujeres, son quienes garantizan los cuidados que requiere la sociedad entera. Ante la crisis, el trabajo doméstico se ha visto incrementado, pues la prevención del contagio requiere de condiciones de higiene en los hogares, que por naturalización, se les asigna a las mujeres. Cuidados que hoy sirven de garantía para el teletrabajo. En efecto, el trabajo en los hogares ha sido el contingente de esta crisis: una clara lección al capital, a la sociedad y a los economistas ortodoxos.

La realidad se concreta en una pérdida económica sin precedentes, aunque similar al feriado bancario de los 90’s: una sobrecarga en los hogares, especialmente en las mujeres, reorganización de las fuerzas productivas, crisis en la comercialización, producción y en las bolsas de valores, caídas en los sistemas financieros, pérdidas de capacidad de acumulación del capital. Además de incrementar al extremo las necesidades de salubridad, imposibles de responder ante un reducido presupuesto público.

La respuesta de Moreno ante la situación nunca ha dejado de corresponder a los intereses del capital. Por una parte comunica que evitar el contagio es un asunto de los individuos y sus familias, es decir, privatiza la responsabilidad del cuidado en las ciudadanías y en los hogares. Y por otra parte, concentra su esfuerzo en salvar la acumulación del capital, que no logra disfrazar con el eufemismo de la “Cuenta de Asistencia Humanitaria”, promulgada la semana pasada en los medios de comunicación.

foto. www.tn.com.ar