Voces palestinas: la educación como acto de resistencia

En medio de una de las fases más terribles y críticas del genocidio, palestinas y palestinos siguen escribiendo y reflejando su abatimiento, su dolor y su rabia, pero también el sumud: su resistencia, su fuerza y su poder. La protagonista de hoy en Voces palestinas es un claro reflejo de esto último.
Huda Skaik es estudiante de literatura inglesa en la Universidad Islámica de Gaza -UIG- y sueña con convertirse en profesora, poeta y escritora. Como se define en We Are Not Numbers, «tranquila por nombre y por naturaleza, si algo la define es la pasión, reflejada en su diligencia, perseverancia y enfoque inquebrantable. Le encanta caminar y fotografiar cosas hermosas, capturando la esencia de la belleza en cada detalle. Vive en el corazón de Rimal, en la ciudad de Gaza, donde su amor por las innumerables maravillas de la naturaleza –el abrazo del invierno, la sinfonía de los atardeceres, el suave resplandor de la luna y las noches serenas– inspira y cautiva su alma». En medio del genocidio, afirma que la escritura es su consuelo porque llena sus días de propósito y significado. En los pasillos de la universidad e impulsada por un profundo amor por la poesía y las historias, aprende no solo sobre literatura, sino sobre la vida misma.
En su artículo, publicado el 17 de mayo en We Are Not Numbers, Huda destaca el poder de la educación como resistencia y recuerda cómo Israel asesina deliberadamente a referentes intelectuales, como el Doctor Refaat Alareer, con el objetivo de destruir esta arma tan poderosa capaz de liberar a pueblos enteros.
El poder de la educación
El sábado 5 de abril de 2025, como miles de otros estudiantes de la Universidad Islámica de Gaza, tomé una decisión que cambió mi vida: volver a mis estudios. Me matriculé una vez más después de dos largos años de dolorosa interrupción. Finalmente, tomé la decisión porque mi vida parece estable. Actualmente estoy viviendo en una casa alquilada en la ciudad de Gaza, donde crecí. No estoy en una tienda de campaña ni desplazada en el sur de la Franja. Mi salud mental ha mejorado, especialmente después de regresar al norte.
La decisión de volver a mis estudios, esta vez a través de clases online, no fue solo práctica, fue un acto desafiante de resistencia. Fue una negativa a dejar que las circunstancias a mi alrededor definieran mi futuro. Me niego a dejar que el genocidio, el desplazamiento y la destrucción de Gaza destruyan mi dedicación al aprendizaje. Nelson Mandela dijo una vez: «La educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo».
Para Israel, los libros son armas y la educación es su peor enemigo. Para los palestinos, la educación no es solo una herramienta para el crecimiento personal; es un medio de supervivencia, resistencia y esperanza. Es un arma poderosa que Israel teme. Para los palestinos, la educación es un medio de supervivencia, resistencia y esperanza.
Estudiando bajo el bombardeo
Actualmente estoy realizando cursos sobre gramática, el cuento, la crítica literaria, lingüística y traducción. Tomo estas clases a través de Moodle, que incluye conferencias grabadas, tareas, diapositivas y foros donde puedo interactuar con mis profesores y compañeros. Como muchos estudiantes universitarios en todo el mundo, tengo dificultades cada día para decidir cómo y cuándo trabajar. Por ejemplo, son las doce de la noche y estoy sentada en el borde de mi colchón. Mis libros están sobre una pequeña mesa de plástico bajo una luz tenue. La batería de mi teléfono está al 50 %. Mis hermanos duermen. Mis pensamientos están garabateados en notas pegajosas y en los márgenes de mis libros. Las páginas, dobladas por las esquinas. Al menos mi letra es bonita. Eso me recuerda lo que mis profesores solían decirme.
Y, como muchos estudiantes universitarios en Gaza, puedo escuchar los sonidos de bombardeos repentinos y ataques aéreos, así como drones zumbando. Mi conexión a Internet es muy pobre, así que tengo que ser paciente mientras subo mis archivos e inicio sesión en Moodle. Tres mañanas a la semana encuentro un lugar con una buena conexión a Internet donde descargar todas mis conferencias, vídeos y diapositivas para poder escucharlos por la noche. Siempre escucho ataques aéreos cerca del lugar donde estoy conectada a Internet.
En la mayoría de mis clases encuentro maneras de conectar lo que leo con lo que sucede a mi alrededor. Estoy interesada en la traducción y en este curso he traducido discursos del presidente de EE. UU., Donald Trump. En lingüística he aprendido las características del lenguaje. Lo que más me atrajo fue que el lenguaje es un símbolo de un sistema. Por ejemplo, mi profesor reflexionó sobre cómo Handala es un símbolo icónico de la identidad y la resistencia palestinas. También he hecho un curso de cuentos. Mi profesor nos dio la primera historia, que es «Carta desde Gaza» de Ghassan Kanafani. Esta historia fue escrita en 1956, pero es muy relevante para nuestra situación actual en Gaza. Me ayudó a conectar con mi ciudad y con la gente a pesar de la enorme destrucción. Esto da sentido a nuestras vidas como palestinos.
En el curso introductorio sobre crítica literaria he estudiado la definición de crítica, la tarea del crítico, la alegoría de la caverna de Platón y la trama aristotélica. También hemos analizado Edipo Rey, de Sófocles. Mientras estudiaba la tragedia, descubrí la diferencia entre mi experiencia de estar en Gaza, en medio de la tragedia del genocidio, y la de un espectador de cualquier parte del mundo leyendo sobre eso.
Es la diferencia entre soportar y observar, entre vivir el infierno y presenciarlo desde la distancia. Vivimos las consecuencias de este genocidio con cada respiro: los drones, los gritos, la pérdida, los restos, la sangre, la destrucción. Sentimos hambre, miedo y la amenaza constante a nuestras vidas. Para nosotros no es un titular. Es el aire que respiramos, los escombros sobre los que caminamos, las personas que amamos están siendo asesinadas una a una por la ocupación israelí. El tiempo se ralentiza, el trauma se incrusta en nuestros cuerpos y la supervivencia se convierte en nuestra resistencia diaria. Para el espectador, es una pantalla, un scroll, tal vez una oleada de indignación o dolor, pero luego la vida continúa. Los espectadores pueden mirar hacia otro lado y dormir sanos y salvos mientras nosotros nos mantenemos despiertos con el sonido de las bombas.
A pesar de las dificultades de vivir en Gaza, todavía encuentro formas de acercarme y lograr que mi voz se escuche ampliamente. Estoy colaborando con artículos e informes para Electronic Intifada, The Intercept, Middle East Eye, The Nation, The New Arab y Washington Report, así como aquí, en We Are Not Numbers.
De las cenizas a las aspiraciones
El campus, que una vez fue un símbolo de mis aspiraciones y el núcleo de mis recuerdos, se ha convertido en un refugio para familias desplazadas. Los sonidos de las conferencias y las charlas estudiantiles son reemplazados por los llantos de los niños y las conversaciones de las familias que intentan comprender la locura que se desata a su alrededor. Los edificios por los que una vez caminé ahora son testigos silenciosos de la destrucción de nuestro futuro.
Mientras escribo esto, reacciono a algo que vi recientemente en redes sociales: imágenes de la Universidad Islámica de Gaza convertida en un refugio para personas desplazadas, donde familias se vieron obligadas a quemar libros para alimentar el fuego para poder cocinar y así sobrevivir. La imagen del salón de las ceremonias de graduación quemado y negro me atormenta, recordándome las duras condiciones de estudio que mis colegas y yo enfrentamos constantemente. No lo presencié personalmente, pero las imágenes fueron estremecedoras, un crudo recordatorio de la destrucción tanto de nuestra infraestructura educativa como de los símbolos de nuestra resistencia intelectual.
Sueño con ser profesora en la Universidad Islámica de Gaza, una vez reconstruida, y esto sigue siendo mi guía. También lo es mi sueño de algún día ser reportera, contar las historias de mi pueblo, dar voz a los oprimidos y decir la verdad al poder. Una de las principales inspiraciones tras mi decisión de retomar mis estudios es el Dr. Refaat Alareer, académico y escritor cuya obra me ha influido profundamente. El Dr. Refaat me enseñó la importancia de la educación frente a las dificultades y lo esencial que es preservar la narrativa palestina. Me ha demostrado que, incluso en los momentos más difíciles, la educación es nuestra arma y debemos empuñarla con valentía.
En mi primer año de estudiante, esperaba el día en que el Dr. Refaat me enseñara poesía o a Shakespeare, pero lamentablemente eso nunca ocurrirá porque Israel lo asesinó el 6 de diciembre de 2023. La ocupación israelí, con su campaña sistemática para silenciar nuestras voces, ataca a personas y profesionales con formación. Teme a quienes están empoderados por el conocimiento, pues la educación es la clave de la liberación.
Voces que se niegan a morir
Además del Dr. Alareer, me inspiran profundamente periodistas palestinos como Hind Khoudary y Anas Al-Sharif. Su valentía no es abstracta. Recuerdo haber visto un reportaje de Anas Al-Sharif filmado en el norte de Gaza en medio de intensos bombardeos. Su voz no flaqueó, ni siquiera cuando el sonido de las explosiones era abrumador. Dijo: «Seguiremos hablando, aunque seamos las últimas voces que queden y a pesar del asesinato de periodistas palestinos».
Lo que más me inspira de estas figuras es su inquebrantable compromiso con la verdad, incluso bajo una presión y un peligro inimaginables. No solo informan de las noticias, sino que las viven, a menudo con bombas cayendo a su alrededor, acceso limitado a la electricidad o a internet y la constante amenaza a sus vidas y a sus familias, además de estar expuestos a la hambruna. Estos periodistas me muestran lo que significa alzar la voz cuando cuesta todo. Estudio sus reportajes no solo como noticias, sino como lecciones de valentía, rigurosidad y poder. Me recuerdan por qué escribo, por qué estudio y por qué lucho por el sueño de ser periodista.
Me niego a que las circunstancias de esta brutal ocupación dicten mi futuro. La educación no es solo una búsqueda personal, es un acto colectivo de resistencia. Es una declaración de que no seremos borrados. No seremos silenciados. Nuestras voces seguirán alzándose y nuestro conocimiento seguirá empoderándonos para resistir, luchar y soñar con un futuro mejor. A pesar del genocidio y los obstáculos que persisten, elijo seguir aprendiendo. Elijo seguir escribiendo. Elijo aferrarme a mi sueño de convertirme en profesora y periodista.
Artículo publicado en Nueva Revolución el 29.05.2025, escrito por Huda Skaik y traducido por Tania Lezcano