Volver a la clase, volver a (a)Marx

marxito
Jueves 10 de Julio de 2025

Revista Crisis se lanza en marzo de 2018, como un proyecto contra hegemónico, posicionado desde el periodismo militante. Desde un principio nos propusimos generar un medio de izquierda anticapitalista que incida en las clases populares para presentar otras narrativas, invisibilizadas por un blanqueamiento institucional mediático, además de posicionar debates, perspectivas y en medio de lo que consideramos una verdadera guerra mediática.

Refiriéndonos a un proyecto contra hegemónico como Revista Crisis, en un inicio resulta fundamental acercarnos al concepto de hegemonía, que según Gramsci radica en la “dirección intelectual y moral” de la sociedad, de una clase sobre otra. Somos trabajadorxs de la comunicación, hacemos agitación y propaganda, enmarcándonos en la necesaria  batalla ideológico-política. Las condiciones materiales para un cambio estructural se encuentran dadas, ese cambio depende en primera instancia de las condiciones ideológico-subjetivas.

Nos entendemos desde la filosofía de la praxis o el marxismo-leninismo, las epistemologías del Sur y de los pueblos, las nuevas críticas desde la clase. Entendemos que la dialéctica materialista es universal como a la vez situada, se moldea y adapta –de forma dialéctica- de acuerdo a las condiciones materiales e históricas, replanteando constantemente sus postulados a partir de la práctica. En este sentido, el materialismo dialéctico no solo representa una crítica, sino el enfoque científico más completo y desarrollado de la clase trabajadora en su conjunto en términos históricos, nuestra arma político-ideológica más contundente frente al capitalismo y el único método político-filosófico que se contrapone categóricamente al idealismo. De aquí surge el periodismo militante, situado desde la clase trabajadora, en defensa de sus intereses y por la superación definitiva y categórica del sistema capitalista.

Una caracterización del actual momento histórico resulta irremediable para el ejercicio de posicionarnos desde la clase. Tras la desaparición del campo socialista, nos encontramos en un supuesto momento de posverdad y posideología, en el que se dio un momento progresista, caracterizado por un corto y efímero Estado de bienestar, mismo que al entrar en decadencia facilitó no solo la fascistización de la clase explotadora, sino que resultó en el surgimiento de la nueva ultraderecha, un neoliberalismo recargado o un neoliberalismo2.0, inaugurando también el momento histórico del tecnofeudalismo.

En este sentido, las ya no tan nuevas tecnologías de la comunicación, en vez de democratizar información con las redes sociales y revolución tecnológica, han llevado a nuevo momento de alienación, en el que imperan dispositivos como el teletrabajo o socialización digital individualizante. Esta realidad material contradice radicalmente a la supuesta “democracia deliberativa” de la que habla Habermas y con la que se justificaba en términos filosóficos la revolución tecnológica.

En términos materiales sin embargo, hemos vuelto a un momento de hegemonización de lo burgués-explotador, uno de cuyos dispositivos ideológicos centrales reside en el mito del emprendedurismo, y en definitiva, la naturalización de la competencia como herencia histórico-ideológica del liberalismo y la ética protestante en específico, misma que ve el trabajo como virtud y fin en sí mismo.

Cuando se habla de la filosofía de la historia, tratamos de posicionar y comprender el presente como un ejercicio historiográfico-reflexivo. Volver a la clase también es volver a la historia. Así, lo más importante es entender el momento histórico actual para saber qué hacer, volviendo también a una concepción materialista de la historia.

Marx argumenta que hasta el momento nos encontramos en la prehistoria, ya que la verdadera historia iniciará cuando pueda ser escrita por pueblos libres. Ahora, la historia la escribe la clase dominante, imponiendo versiones de realidad distorsionadas. La historia que conocemos como universal es la historia burguesa, en la cual en términos ideológicos también reside en ocultamiento, naturalizando la desigualdad, el egoísmo y la competencia, en un sentido incluso canibalístico, convirtiéndonos en el propio lobo del hombre, como diría Hobbes.

Por eso en Revista Crisis aplicamos el materialismo dialéctico, reconociendo que resulta imposible cambiar lo que no se conoce, y entendiendo la necesidad de describir a profundidad cómo funcionan las lógicas actuales de acumulación y la subsecuente correlación de fuerzas. En esto consiste la filosofía de la praxis, aplicar el materialismo dialéctico. Y cuando hablamos de ideología, historia, hegemonía y clase, resulta fundamental retomar el concepto de conciencia en Marx.

Según este, la conciencia no puede ser otra cosa que el ser consciente, estado al que llega después de experimentar su proceso material de vida, sus condiciones materiales. No es entonces la conciencia la que determina la vida, sino la vida material la que determina la conciencia. Para el idealismo, la historia se desprende la de las ideas, desconectada de su base, de los hechos y desarrollos prácticos. Entonces las personas y sus relaciones aparecen invertidas, como en una cámara oscura. A la conciencia, Marx le propone el saber real materialista y dialéctico.

Por su parte, si la ideología de la clase dominante se basa en lo esencialmente oculto y encubierto, nuestro deber militante es develar los intereses que se encuentran tras ese lavado de cerebro ideológico.

El mayor logro de la ideología liberal es haber hegemonizado la falacia de que “ya no existen ideologías”, perfeccionando el fin ideológico en sí mismo, de lo que Marx denomina encubrimiento u ocultamiento. Otro logro ideológico del imaginario burgués-capitalista es establecer que la clase dominante encubra su propio interés como el común, imprimiendo sus ideas como forma de lo general o algo universal inexistente, en definitiva, volviéndose hegemónico.

Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época: la clase que tiene  los medios para la producción material a su vez posee los medios para la producción espiritual, sometiendo ideas a quienes carecen de medios. Las ideas dominantes se convierten así en la expresión ideal de relaciones materiales dominantes, imponiendo la ilusión de que una clase crea, mientras la otra es receptiva, pasiva y únicamente reproduce ideología.

En un momento histórico marcado por la apología al apocalipsis -el relato de que no hay alternativa, el supuesto fin de la historia, además de las crisis múltiples, la posverdad y el fin de las ideologías, el fascismo, que no es más que capitalismo en crisis, vuelve a tocar a la puerta. Fukuyama argumentaba erróneamente que el fin de la historia con la desaparición de URSS, significó el fin de la lucha de clases, en otras palabras, que triunfó el idealismo capitalista como única ideología, induciendo un momento de supuesta unipolaridad. Todo lo contrario: en este momento, la clase vuelve a ser fundamental en un mundo considerado como pos-ideológico, porque la historia es la lucha de clases. Por su parte, en vez de una retracción o el “fin de las ideologías”, nos encontramos atravesando por una intensificación y el perfeccionamiento de aparatos ideológicos de control social.

A su vez, los límites estructurales del capitalismo han iniciado lo que se conoce como antropoceno o hasta capitaloceno o tecnofeudalismo, recayendo en una nueva ola imperialista por extraer y apropiarse de recursos, induciendo un proceso de reacumulación originaria.

Reconocemos mediante el posicionamiento ideológico-político que existe una disputa de sentidos y relatos que en la actualidad se define como batalla cultural. La ultra derecha llama “marxismo cultural” al trabajo de agitación y propaganda, a la que  ataca por medio de dispositivos liberales -posverdad, fake-news, lawfare, control ideológico y financiero de los medios de comunicación-.

En esta lógica, una posición militante y clasista parte de entender profundamente la historia, partiendo desde lo material, y reconociendo que en medio de esta posición, se encuentran varias historias, además de la constante histórica que los vencedores escriben la historia. Tomar una posición de clase significa reconocer y reconectar con nuestra historia, la de las clases explotadas, el proletariado, la clase trabajadora, y los pueblos que luchan por emanciparse. Partir de la historia nos posiciona y direcciona en el presente, permitiendo que los futuros posibles adquieran nuevamente un carácter contingente.

Los dispositivos ideológicos igualmente indican que la hegemonía capitalista se imprime sobre las geografías y colectividades. “El pobre es pobre porque quiere” termina siendo hegemónico, pero encubre las relaciones de explotación, ocultando el hecho de que el pobre es pobre porque es explotado, por desigualdad estructural y sistémica. La ideología liberal le da vuelta y plantea: el pobre no se esfuerza lo suficiente. Esto oculta la contradicción fundamental entre capital y trabajo.

En este sentido, las corporaciones de comunicación terminan siendo instituciones ideológicas centrales de la distorsión de realidad, aupando una nueva fase de alienación, esta vez tecnológica, con un mundo virtual, generaciones con des-conexión social crónica, e instrumentos de control social controladas por algoritmos. Simultáneamente, nos encontramos frente a un fraccionamiento categórico del campo popular, una particularización de las luchas en identitarias, desde aquel supuesto momento unipolar como otro logro liberalismo.

Siguiendo a Gramsci, la lucha por la hegemonía ideológica se encuentra en el centro de la contienda actual, al situarse como el principal sostén del estatus quo, del régimen capitalista en su conjunto o en sus palabras: “creadores de conciencia colectiva”. En este sentido, nuestra tarea histórica consiste en ser un instrumento político-ideológico de generación de conciencia de clase. ¿Cómo? Develando las lógicas de explotación detrás del maquillamiento ideológico, develando aquella mentira que se ha convertido en una falsa verdad al convencernos de que este sistema es “justo”. Por su parte, la lucha político-ideológica reside en demostrar que realmente no lo es, contraponiendo el saber real del que habla Marx a esa falsa conciencia que irriga incesantemente la maquinaria ideológica capitalista.

Frente a las lógicas canibalísticas del capitalismo, no podemos encontrarnos frente a una mayor urgencia histórica. Cuando antes Luxemburgo hablaba de socialismo o barbarie, ahora nos encontramos frente al comunismo o la extinción.

En conclusión, precisamos de una vuelta a la (lucha de) clase(s), a la ideología, a una posición consecuente y militante, materialista-dialéctica, a la contradicción, a radicalizar las posturas frente al monstruo fascista, para una superación cualitativa y definitiva del capitalismo. En definitiva, estamos asistiendo al claroscuro, donde “el viejo mundo se muere y el nuevo mundo tarda en aparecer, y es ahí en donde surgen los monstruos” Gramsci.

Frente a este escenario, la única incógnita que queda reside en qué lado de la historia nos encontraremos.

 

Ponencia escrita para el Encuentro de Revistas en el marco del I Congreso de Filosofía Mundana-Cuenca. 3 4 y 5 de julio de 2025.

Ilustración de Natalia Rizzo

 

Categoria